Mientras el frenesí electoral acapara la atención y se multiplica la discusión sobre el tiempo por venir, el debate grande sobre los modelos de (mal) desarrollo y sus externalidades parece quedar afuera. En medio de ese suspenso aparente, un proyecto disruptivo, amoroso y participativo logró colar un destello de luz como recordando que lo importante, lo transcendente, lo que hace a los fundamentales de nuestra vida en esta tierra no puede posponerse para siempre. Son las canciones urgentes para mi tierra que suenan en medio de tanto ruido. Karina Ocampo nos trae trazos de esa experiencia y las voces de sus protagonistas junto al registro de Juan Merlos
“En el vértigo que vivimos a veces perdemos de vista que con una palabra o un gesto podemos abrir una ventana para siempre, por eso siento que somos privilegiados; por eso estoy orgulloso de ser trabajador de la educación”, decía Ramiro Lezcano sin ocultar la emoción en los ojos.
En San Marcos Sud, un pueblo del sureste de Córdoba que llega a los 5 mil habitantes, el sábado 12 de noviembre se realizó el Concierto Urgente para mi tierra. Su origen es un proyecto artístico, educativo y ambiental, sin fines de lucro, que alguna vez fue pequeño y hoy incluye músicos invitados, discos en formato físico, canciones compartidas en plataformas, videos, y un documental de Cactus Cine en pleno rodaje. Nació a partir de la propuesta de este profesor con alma de rockero que invitó a sus estudiantes de escuelas rurales de Córdoba y Santa Fe a contar con música lo que estaba pasando en esta porción de planeta que les tocó en suerte.
Cinco años después, con más de 50 canciones grabadas y 500 artistas que aceptaron participar —sin cobrar un peso—, el sueño colectivo está más que cumplido. Y promete continuar su expansión a otras provincias, países y lenguas. En la conferencia de prensa previa al concierto, Lezcano contó el proceso de escribir las letras, algo que suele durar meses: Por lo general comienza con un interrogante sobre algún tema, como ocurrió cuando un alumno vio en televisión un incendio de humedales y después pudieron hablar sobre lo que significaban y por qué era importante conservarlos.
También contó que el primer invitado fue Pablo Milanés. Aunque parecía inalcanzable, bastó dejarse llevar por la energía infantil que no sabe de límites, para que decidieran enviarle un mensaje por redes sociales al referente de la trova cubana ya fallecido. El cantautor enseguida aceptó, grabó el tema y se los envió. Así se sumaron otros músicos, diseñadores, editores y escuelas. Todavía le produce asombro que Rubén Blades les haya donado micrófonos y equipos de regalo, que Aterciopelados los invite desde Colombia, que Divididos quiera cantar con ellos Spaghetti del Rock el 16 de diciembre en el estadio Kempes. Y la lista sigue.
Multiplicar el mensaje
Para los organizadores, la concurrencia era una incógnita. ¿Sería posible llenar un predio tan grande como el del Ferrocarril? Nombres como León Gieco, Lito Vitale, Q’ Lokura y Los Abuelos de la Nada en el flyer prometían un público diverso. Pero el protagonismo de esta historia lo tienen las infancias. “¿Todo este escenario es para nosotros?”, se había asombrado un pibe cuando vio el tamaño de la estructura, a la altura de los grandes shows.
Cerca de las 14hs el movimiento ya anticipaba el éxito de la jornada y los carritos de comida contaban con largas filas de personas con diferentes tonadas. Mientras en el escenario Ramiro Lezcano hablaba de sueños y daba la bienvenida, la gente se acomodaba en reposeras y sobre el césped para escuchar la primera banda de rock antiextractivista, Pescado para todxs.
Además de los artistas estaban previstas una serie de charlas, como la del abogado ambientalista Enrique Viale y la investigadora y filósofa Maristella Svampa, que subieron al escenario con el poeta Juan Solá. Maristella, como tantos, se enteró de su existencia por las redes del festival. “La experiencia de Ramiro Lescano y sus alumnos me pareció algo muy original y, en este contexto, muy heroico también, ¿no?”. Svampa consideró importante que se haya realizado en medio de la “Pampa sojera”, donde muchas veces no se puede hablar o visibilizar los impactos en la salud del modelo agroindustrial dependiente de venenos. “Me pareció que un maestro de música nos obligaba a salir de la zona de confort para avanzar en el arte hacia otros mundos fuertes”. La coautora de libros como “El colapso ecológico ya llegó: claves para salir del (mal) desarrollo”, ha acompañado a las asambleas en territorios en conflicto y conoce de cuerpos invisibilizados que a veces no tienen las herramientas para denunciar lo que sucede. “Por eso digo que el arte acá es una puerta de amor, que abre esa posibilidad de otros horizontes. Pero bueno, esto hay que replicarlo en otro lado. Las problemáticas que atraviesa la Argentina son muy similares y también la ceguera ambiental, la ceguera desarrollista, es muy común a todos ellos”.
El conflicto en los pueblos fumigados es histórico. Desde la aprobación de la soja transgénica tolerante al glifosato en 1996, y con los 74 eventos posteriormente aprobados en Argentina, el problema socioambiental se comenzó a debatir cuando las familias en el campo vieron cómo aumentaban los casos de cáncer y enfermedades autoinmunes, algo que conocen muy bien los médicos Medardo Ávila Vázquez y Damián Verzeñassi, oradores del festival.
Antes de que dos estudiantes de una escuela de Diamante, Entre Ríos, cantaran una versión de Hasta la raíz, el clásico de Natalia Lafourcade, Ávila Vazquez dio su testimonio. Médico neonatólogo y ecologista mencionó a las Madres de Ituzaingó y contó que cuando era Subsecretario de Salud Municipal, llegó hasta sus oficinas un grupo de mujeres para denunciar que había un problema al que nadie daba soluciones. En 2002, ellos no sabían del tema. Recién entonces vincularon que las sustancias que se aplicaban en el campo dañaban a quienes vivían alrededor. “En lugar de 40 casos de cáncer había 120”. Hoy las pruebas son tan contundentes como los juicios a las empresas de agroquímicos en distintos puntos del planeta pero aún hay sectores interesados que discuten los efectos.
El caso es conocido en Córdoba porque esas mismas mujeres organizadas, entre las que estaban Sofía Gatica y Marcela Ferreyra, con el apoyo del médico como testigo, lograron que la Justicia expidiera una medida cautelar para prohibir las fumigaciones en zonas aledañas. Pero eso no evitó que Ávila Vázquez viera enfermar y morir a niñas y niños, lo que todavía le quiebra la voz cuando lo recuerda. En charla con Huerquen, el médico neonatólogo contó que conoce a Ramiro Lezcano hace unos cuatro años, y que asistió para demostrar su apoyo desde la ciencia, “que no es todo un invento de un profesor hippie que hace cantar a los chicos contra el modelo agrícola, sino que realmente es lo que está pasando. Así que estamos muy contentos, realmente es impresionante el trabajo que están haciendo”.
En el predio ya repleto, con un cielo que se fue despejando con el viento de la tarde, integrantes de asambleas de Mendoza, Santa Fe o Chubut se reconocían y abrazaban desde la resistencia al extractivismo que los hermana. Pablo Lada, de la asamblea de Trelew, habló sobre megaminería en Chubut y el plan de un oleoducto que partiría en Vaca Muerta y podría afectar directamente la fauna marina de Península Valdés. Por su parte, de la Multisectorial Paren de Fumigar de Santa Fé viajaron para dar su “presente” en el escenario. Justo dos días antes se había dado a conocer un fallo histórico en el que la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe dejó firme la sentencia que delimita una zona de exclusión de 1.000mts para las fumigaciones, en el pueblo Sastre y Ortiz de Rafaela. Y si bien la presión de los productores de commodities es fuerte, también crece la organización de quienes priorizan el derecho humano a la salud y lo ganan metro a metro.
Medardo Ávila Vazquez avizora un futuro en el que la lucha cultural se amplía. “Niños, jóvenes, el arte participa como una bandera de reclamo de nuestro pueblo. Y bueno, tiene que salir de donde está el problema, que es en el interior del interior, porque esto está pasando en los pueblos chiquitos”.
Si contamina no es desarrollo
Entre las mesas y stands, la Campaña Plurinacional en Defensa del Agua y de la Vida, continuaba juntando firmas para poder presentar un proyecto de ley en el Congreso, con el fin de proteger este bien común natural y prohibir su privatización. A su lado, un vendedor de artesanías en madera repartía ramas de una planta de burrito y los integrantes del Instituto de Salud Socioambiental, de Rosario, bailaban con la música folklórica que provenía del escenario. Su director, Damián Verzeñassi dijo que se sentía muy movilizado por la iniciativa de Canciones urgentes para mi tierra. En febrero de este año la revista Clinical Epidemiology and Global Health publicó un estudio surgido después de 10 años de campamentos sanitarios realizados en 40 pueblos rurales por estudiantes del último año de la carrera de Medicina que por entonces él mismo coordinaba junto con un equipo de la Universidad Nacional de Rosario. “Las posibilidades de morir de cáncer antes de los 44 años se multiplican 2,48 veces en las mujeres y 2,77 en los hombres que habitan en comunidades expuestas a las fumigaciones propias de la agroindustria, en comparación con el promedio del resto del país”, aseguraba el estudio.
Por esa razón, que la red de personas involucradas en la resistencia al agronegocio crezca y se encuentre fue motivo de celebración en el concierto, un reconocimiento a la dedicación de niñas y niños de escuelas primarias que no solo aprendieron sobre problemas ambientales, también pusieron en palabras lo que necesitaban expresar al respecto. “El proyecto de Ramiro nace de una manera creativa, artística y convocando a la vida. Que era un lugar distinto al que veníamos acostumbrados nosotros a resistir y a luchar”. Verzeñassi siempre creyó en la esperanza “como una convicción de estar dispuesto a acompañar los procesos que están por nacer pero que no van a nacer todavía”, y se encontró con la sorpresa de que estaba asistiendo al siguiente paso: al nacimiento. Frente a toda la información de la ciencia, el lenguaje del arte les da la posibilidad de resistir, “una ventana abierta a la esperanza”.
La mitad de la gente del pueblo depende de los cultivos transgénicos que rodean a San Marcos Sud. Sabían que al hablar de ciertas temáticas se tocarían intereses pero Ramiro Lezcano consideró que era el momento de poner en debate estos temas ambientales, porque “lo delicado es la enfermedad terminal, crónica”. Algún padre se acercó para decirle que no estaba de acuerdo con la iniciativa pero que le iba a permitir a su hijo que participara porque significaba mucho para él. Entre las críticas, le preguntaban si estaba en contra del campo. “No, eso es imposible: nosotros somos el campo. Somos productores de ideas, no estamos en contra de nadie sino a favor de todos”. Frente a los y las periodistas, expresó su deseo de que se entendiera el mensaje. “Si no, no estaríamos acá después de 5 años, sin señalar a nadie en particular y reconociéndonos como parte del problema”. El problema, asegura, es el sistema productivo.
Conciencia de amor
Antes de su presentación, maestras de una agrupación de escuelitas rurales de Colonia Los Patos, Cintra y Monte Leña contaron que la preparación les llevó dos años. “No sé, es inexplicable lo que sentimos, venimos ensayando y bueno, llegó el momento de mostrar lo que los chicos cantan. Muchísima emoción, la gente en la calle aplaudía mientras veníamos caminando. No pensamos que iba a ser así”. Las seños Karina, Estela, Cristiana, Carmen, y Benjamín, Victoria y Lucero, posaban para la foto dentro de “el corralito” mientras esperaban y anticiparon que cantarían Bichito de luz, Carancho de metal, Nuestro sueño florecerá y Conciencia de amor, canción en ritmo de gospel que dice:
“Más allá de idiomas y fronteras,
más allá de toda religión,
juntos soñando el mismo sueño,
siempre brillará (repite x 2).
Brillará como el sol
esta nueva conciencia de amor”.
Ya había caído la noche y la temperatura obligaba a buscar abrigo. Locutoras y locutores tuvieron que apelar a la memoria y la imaginación para esperar a que se armara la escena más compleja, que incluía alumnas y alumnos de las escuelas rurales, la Orquesta Académica Juvenil, más artistas invitados y el esperado León Gieco, todo un símbolo para las nuevas generaciones. La presentación fue una avalancha de emociones, madres y padres con lágrimas en los ojos, el impacto de ver niñas y niños con las máscaras que se usan para fumigar, y el acompañamiento de un público que se sumó a cada propuesta, como la de prender la linterna del celular para semejar la luz de esos bichitos que ya casi no se ven en los campos envenenados pero que siempre pueden volver en las condiciones adecuadas.
El “Woodstock Ambiental” alude a aquel legendario festival de rock que en 1969 reunió a músicos y al movimiento hippie de EE.UU para manifestarse por la paz y el amor. Así se planteó el concierto urgente, no solo como una forma de levantar la voz frente al extractivismo y los problemas ambientales sino como un mensaje de unión. Mientras que a esa misma hora en Buenos Aires se producía el debate entre los candidatos presidenciales, la voz de León Gieco, cantaba su himno Solo le pido a Dios, con un coro de casi 7 mil personas.
Con el apoyo de la Municipalidad y el Instituto Nacional de la Música (INAMU), entre cientos de colaboraciones, los conciertos y las canciones prometen continuar, igual que la pasión de Lezcano y las infancias rurales. “Han descubierto que el arte es una herramienta poderosa de transformación social, y que sus mensajes van a perdurar. Que trascienda el proyecto y la conciencia ambiental es un valor que nos nutre».
Se pueden escuchar las canciones en Spotify
Más información: Canciones Urgentes para mi Tierra